domingo, 23 de octubre de 2011

Final sellado

    -Ángel, como tu médico debo serte sincero y hablarte con la mayor seriedad posible, de la quimioterapia pasada, con los expertos hicimos un minucioso escanéo general al cáncer de tu cerebro y, bueno, el pronóstico es categórico: Tu cáncer llegó al apogeo y por tanto su punto culmine y... lamentablemente, te queda un día de vida. Lo lamento- con resignación y pena en sus ojos, fueron las últimas palabras del doctor. 
    Hoy es el día, el día final en este frágil trozo de tierra cubierto con el mas frió y despiadado cemento, ahogado por mares de ilusiones fugadas, perdidas y desperdiciadas, rodeado de miles de egos preocupados de hacer funcionar un sistema que consume sus vidas, así como consumió la mía; viviendo para olvidar el real significado de vivir. Hoy, cuando ya el fin quedó sellado en el libro de mi historia, caminar pierde el sentido con cada paso incesante carente de lógica hacia una meta que se aleja con el horizonte.
    ¿Por qué a mi? y empiezan a pronunciarse en mi mente las típicas preguntas existenciales, bueno, en este caso des-extistenciales.
    Encerrado entre las cuatro paredes del baño, recogido abrazando mis rodillas dentro de la tina con mirada fija en el techo, intentando contener las lágrimas de impotencia que poco a poco van resbalando por la ducha y mojando mi ropa, así se va la primera hora de las veinticuatro escritas. Cuando empieza a rondar un pensamiento macabro ¿y si me suicido para ahorrarme el sufrimiento de la cuenta regresiva? Junté todas las pastillas que habían en casa, pero no tuve el valor.
    ¿Cuantas veces he desperdiciado una oportunidad por no atreverme? y en mi mente van pasando una a una, frente a mis ojos, los fantasmas de las doncellas que quedaron solo en el recuerdo, por miedo. Ese miedo que me privó de libertad, que ató cadenas en mis pies y mi garganta, que me impidió acercame un paso al edén de estar su lado, que me impidió pronunciar la poesía que elaboraba mi mente al describir lo que sentía. Esas cadenas que me negaron muchas oportunidades de ser realmente feliz. Hoy se suma otra cadena, que envuelve mi existencia por completo, que amarra mis manos y me impide hacer algo por convertirme en alguien mejor de lo que soy.
    Pensé en esa última frase, me paré con decisión acercándome a la puerta, la abrí con la luz del sol bañando mi cuerpo por completo, entoné un risa y dije:
-Nunca es tarde.

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